La decadencia del imperio

Los terribles ataques terroristas pusieron de relieve y aprovecharon la decadencia de los EUA. Además de la espectacular caída de las torres y las llamas en el Pentágono, pudimos ver también el burocratismo y la ineficacia de los servicios de inteligencia, la crisis social que corroe el sistema de seguridad y la decadencia de la clase política norteamericana.

Según la Federación de Científicos Americanos, el universo de la inteligencia estadounidense cuenta en total con 100 mil funcionarios civiles y militares y un presupuesto global de 27 mil millones de dólares (El Universal, 23.9.01).

Este enorme y muy bien pagado ejército de espías fue incapaz de cualquier cosa. Hoy se sabe que es frecuente que apremiantes avisos y mensajes se pasan de 24 a 48 horas en los escritorios de la CIA, el FBI o la Agencia Nacional de Seguridad, sin que los dueños de esas informaciones reaccionen, según Nesweek Magazine del 24 de septiembre. La "inteligencia" yanqui el 11 de septiembre jugó incluso en un momento un papel contraproducente para el gobierno Bush. A éste se le informó que, además de los cuatro aviones tomados por los comandos, existían al menos otros cuatro más. Esta información falsa incrementó el miedo y el desconcierto en Bush y en su equipo, que lo llevaron a esconderse durante largas y preciosas horas en un refugio subterráneo, muy lejos de la Casa Blanca.

El sistema de seguridad en los aeropuertos mostró la decadencia social y económica. Los empleados que revisan a los pasajeros devengan salarios menores a los que pagan en los Mc Donalds a quienes fríen papas y hamburguesas, y carecen de capacitación frecuente e incentivos. Las aerolíneas ya arrastraban graves problemas económicos y optaron por envilecer las condiciones laborales de los profesionales de la seguridad.

La decadencia de la élite política yanqui también se puso de manifiesto y el presidente es su mejor expresión. Durante largas y cruciales horas el gobierno no atinó a responder. Quizás hubo vacío de poder. Es que la tremenda prueba fue enfrentada por un junior, por un hijo de papá ex alcohólico y que antes de dedicarse a la actividad política, en su primera madurez fracasó en el mundo de los negocios. Preside la nación más poderosa de la tierra un hombre cuyo IQ o coeficiente de inteligencia es la más baja que haya tenido presidente norteamericano alguno, según el Instituto Lovenstein, de Scranton, Pennsilvania. También reporta esta institución que el junior utiliza un vocabulario con la mitad de las palabras del resto de sus antecesores y que no ha escrito nunca una línea ni lee libros ("Los Bush y la guerra-Satiricosas", Manú Dornbierer, en El Universal, 15.9.01). En el mismo tenor, hoy se recuerda que todavía hace pocos meses creía que los talibanes eran un grupo de rock, que confundía Eslovenia con Eslovaquia y que a los nacidos en Grecia denominaba "grecianos". (Agencia ANSA, en ElUniversal, 21.9.01).